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IGLESIA
Sacado del n. 09 - 2004

La fe iluminó su acción política


Robert Schuman, ¿beato? Se cierra la fase diocesana del proceso canónico


por Edoardo Zin


Robert Schuman

Robert Schuman

El sábado 29 de mayo, víspera de Pentecostés, monseñor Pierre Raffin, obispo de Metz (Francia), cerró oficialmente la fase diocesana del proceso de beatificación de Robert Schuman, el “padre de Europa”. Una idea nacida de un grupo de laicos cristianos franceses, alemanes e italianos que, reunidos en la asociación “San Benito, patrono de Europa” fundada el 15 de agosto de 1988, solicitaron que se abriera el proceso canónico para establecer si Robert Schuman había practicado las virtudes cristianas en grado heroico.
El proceso se abrió el 9 de junio de 1990. Después de haber escuchado a unos doscientos testigos que conocieron y trataron a Robert Schuman y tras haber hecho un análisis crítico de todos los escritos públicos y privados del hombre político, la investigación fue trasladada a una comisión teológica encargada de examinar si en dichos escritos existía alguna contradicción espiritual y moral contra la fe. «Este trabajo de investigación rigurosa, casi científica, demuestra con qué rigor la Iglesia quiere actuar antes de comprometer su infalibilidad en una declaración de santidad», dice monseñor Raffin, que añade: «La Iglesia no sólo quiere proponer al pueblo de Dios modelos incontestables, sino que desea que el culto de los santos esté garantizado contra todo error y refleje sólo el misterio pascual de Cristo».
Los volúmenes de las declaraciones de los testigos y de los escritos, que ocupan cincuenta mil páginas y pesan quinientos kilos, han sido enviados a la Congregación para las causas de los santos y serán examinados por los censores teológicos. Se espera que Dios, por intercesión de Robert Schuman, haga un milagro que manifieste su omnipotencia.
El 9 de mayo de 1950 Robert Schuman, ministro francés de Asuntos Exteriores, en una histórica declaración, propuso a los Estados que se habían enfrentado durante la Segunda Guerra Mundial realizar en común la producción del carbón y del acero, que había sido la causa de seculares enemistades entre Francia y Alemania. De la reconciliación de estos dos países nació la primera Comunidad Europea y de ella, sucesivamente, la actual Unión Europea.
En esta acción Schuman fue ayudado por dos fervorosos cristianos: Konrad Adenauer y Alcide De Gasperi, y también por un laico respetuoso de las opciones religiosas de los tres: Jean Monnet.
Robert Schuman ejerció su labor política como un apostolado: aplicaba en la vida pública los mismos principios de su práctica religiosa privada.
Formado en una doble cultura, la francesa y la alemana, Schuman experimentó en su vida los dramas de la hostilidad franco-alemana. Las tristes consecuencias de esta absurda enemistad fueron los motivos inspiradores de su declaración del 9 de mayo: «No se puede garantizar la paz mundial sin esfuerzos creadores proporcionales a los peligros que la amenazan. Para mantener la paz es indispensable la aportación de una Europa vital y bien organizada».
No se puede comprender la consagración política de Robert Schuman, en la auténtica hondura de su esencia y de su acción, sin conocer su profunda vida interior. En él fe cristiana y acción política forman una unidad, aun distinguiendo las dos esferas: su fe determinó todo su trabajo e iluminó su acción política.
Robert Schuman con monseñor Angelo Roncalli, nuncio apostólico en Paris, el 5 de febrero de 1953

Robert Schuman con monseñor Angelo Roncalli, nuncio apostólico en Paris, el 5 de febrero de 1953

La espiritualidad que animaba a Schuman ponía en el centro la Palabra de Dios que orientó todas sus acciones. «De ella», decía, «aprendo a pensar como Dios, en lugar de repetir las consignas del mundo». De la eucaristía, comulgaba todos los días, recibía las fuerzas para superar las dificultades cotidianas; de la madre heredó un auténtico fervor por la Virgen. De la contemplación y de la oración aprendió a sentirse instrumento en las manos de Dios: «Somos todos instrumentos, aunque imperfectos, de la Providencia, que se sirve de nosotros para designios que no nos es dado entender», escribía en 1960.
Schuman era muy consciente del papel desempeñado por el cristianismo en la formación de la democracia. Escribe en su libro testamento Pour l’Europe: «La democracia debe su existencia al cristianismo. Nació el día en que el hombre fue llamado a realizar en la vida de todos los días la dignidad de la persona en su libertad individual, en el respeto de los derechos de cada uno y en la práctica del amor fraternal para con todos. Nunca, antes de Cristo, se habían formulado semejantes conceptos».
Dice el 19 de marzo de 1958 en el Parlamento Europeo: «Todos los países de Europa están impregnados de civilización cristiana. Ella es el alma de Europa y hemos de devolvérsela». Y en Pour l’Europe: «Este conjunto [de pueblos] no puede y no debe quedarse en una empresa económica y técnica. Hay que darle un alma. Europa vivirá y se salvará en la medida en que tenga conciencia de sí misma y de sus responsabilidades, cuando vuelva a los principios cristianos de solidaridad y fraternidad».
No sabemos si Robert Schuman podrá ser venerado como beato y luego como santo. Cuando la Iglesia designa a los santos no ofrece “superhombres”, no pide para ella santos, sino que proclama la única santidad –la de Dios– que se manifiesta por medio de los santos que él nos da; santidad que está escrita también en la vida de cada hombre, en sus situaciones propias, en su trabajo.
La Iglesia necesita hoy santos laicos que puedan servir como modelo a los fieles, santos que vivieron en lo cotidiano la santidad según el Evangelio, sin que nada de extraordinario se manifestase en su vida. Robert Schuman nos da testimonio de que también la política puede ser un camino de santidad. Si hoy se denigra tanto la política, es porque el pecado, arraigado en el corazón del hombre, la degenera como lo degenera todo.


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