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ARTE
Sacado del n. 09 - 2004

Bernini o no, es una obra maestra


«El autor del busto marmóreo hallado en Roma es un gran artista. Su Salvator mundi se inspira más en el Moisés de Miguel Ángel que en el Rostro Santo, llamado de la Verónica, que ahora se venera en Manoppello». Entrevista a Heinrich Pfeiffer, especialista de iconografía cristiana


por Pina Baglioni


El rostro del Salvador, detalle del mosaico del ábside de la Basílica de San Juan de Letrán, Roma

El rostro del Salvador, detalle del mosaico del ábside de la Basílica de San Juan de Letrán, Roma

«Por lo que veo, puedo decir que es la mano de un grandísimo escultor. La fotografía es un test creíble: da una respuesta inmediata sobre la presencia o la ausencia de cualidad artística». El padre Heinrich Pfeiffer, profesor de Historia del Arte cristiano en la Pontificia Universidad Gregoriana y director, en esta institución, del curso para los Bienes culturales de la Iglesia, no ha tenido aún la posibilidad de observar de cerca el busto marmóreo del Salvator mundi conservado en el convento de San Sebastián extramuros, en la Vía Appia Antigua de Roma. Lo ha podido admirar sólo en fotografía. «Si se trata o no de la mano de Bernini lo podré decir sólo después de ver la obra de cerca. Lo que es seguro es que es una obra maestra realizada en el siglo XVII».
El padre Pfeiffer, además de ser uno de los máximos conocedores de arte cristiano en el mundo, estudia desde siempre los cánones iconográficos en los que se han inspirado los artistas de Oriente y Occidente durante siglos para representar el rostro de Jesús. Sobre este tema ha escrito L’Immagine di Cristo nell’arte (Città nuova, Roma, 1986), Das Est Echte Christusbild (Knecht, Frankfurt, 1992) e Il volto santo de Manoppello (Carsa, Pescara, 2000).
El padre jesuita es también uno de los mayores colaboradores del Instituto internacional de investigación sobre el Rostro de Cristo, fundado por el cardenal Fiorenzo Angelini, presidente emérito del Consejo pontificio para la pastoral de los agentes sanitarios.
Según el padre Pfeiffer, el modelo de los modelos, la raíz del árbol genealógico que ha originado todas las imágenes del Señor es el Rostro Santo conservado en el santuario de Manoppello, en Abruzzo (Italia). Se trata de un finísimo sudario, engastado en un viril de cristal, en el que está imprimido un rostro, con la frente alta, el pelo cayendo hasta los hombros, bigotes y barba bipartida. Los ojos miran un poco hacia arriba de modo que muestran el blanco debajo de la pupila.
Después de decenios de investigaciones sobre este finísimo velo, el padre Pfeiffer no tiene dudas: «Partiendo de la perfecta superposición del rostro de la Síndone de Turín con el rostro de Manoppello, estamos inducidos a admitir que la imagen del velo y la de la Síndone se formaron en el mismo tiempo: en los tres días que van desde el entierro de Jesús a su resurrección, dentro del sepulcro. El sudario de Manoppello y la Sábana Santa son las únicas dos verdaderas imágenes del rostro de Cristo llamadas “aqueropitas” es decir, no realizadas por la mano del hombre.
El Rostro Santo de Manoppello es llamado tradicionalmente la Verónica. Al respecto el padre Pfeiffer aclara: «En un momento determinado se comenzó a indicar el Rostro Santo de Manoppello con la denominación “Verónica”. Esto ocurrió siguiendo la leyenda de la mujer que durante la salida de Jesús al Calvario piadosamente le secó la cara con una paño en el que quedó grabada su imagen. Pero no hay que confundir las dos cosas, porque si no perdemos el camino».

Arriba, el rostro de la Sábana Santa de Turín; debajo, el sudario de Manoppello. Dice el padre Pfeiffer: «El sudario de Manoppello y la Sábana Santa son las únicas dos imágenes verdaderas del rostro de Cristo, llamadas aqueropitas, es decir no realizadas por la mano del hombre»

Arriba, el rostro de la Sábana Santa de Turín; debajo, el sudario de Manoppello. Dice el padre Pfeiffer: «El sudario de Manoppello y la Sábana Santa son las únicas dos imágenes verdaderas del rostro de Cristo, llamadas aqueropitas, es decir no realizadas por la mano del hombre»

Padre Pfeiffer, ¿qué “dice” el rostro del Salvator mundi conservado en San Sebastián extramuros?
HEINRICH PFEIFFER: Vuelvo a recordar que estamos razonado en torno a reproducciones fotográficas. De todos modos, puedo decir que el genial artista del Salvator mundi no toma como modelo el rostro grabado en el velo de Manoppello si no a Miguel Ángel. Esculpe un rostro que deja ver caracteres propios del arte de Buonarroti: lo terrible, lo divino. El único elemento que el artista del busto toma del Rostro Santo son los cabellos, ondulados, sueltos sobre los hombros.
¿Qué quiere decir exactamente?
PFEIFFER: No cabe duda de que la intención del artista del Salvator mundi es la de representar el rostro de Jesús, pero este rostro nos hace pensar más en el Moisés de Miguel Ángel que en Cristo. La barba con su movimiento, por ejemplo, aunque está realizada de una forma totalmente distinta. Los artistas mediocres imitan los detalles, los grandes imitan el espíritu. El autor del Salvator mundi es de verdad grande, porque ha conseguido captar algo del espíritu profético de Miguel Ángel.
¿Qué tiene el rostro de Cristo grabado en el velo de Manoppello que el del Salvator mundi no tiene?
PFEIFFER: El Rostro Santo de Manoppello tiene una expresión inocente. Es contemplación. El Salvator mundi tiene demasiado pensamiento, posee una potencia humana como signo de lo divino; en cambio, el Rostro Santo revela a Cristo inocente. Una inocencia que en los artistas menos cultos se convierte en algo dulzón, en algo “armónico de bajo nivel”.
¿Qué piensa de los otros dos bustos del Salvator mundi, que alternativamente fueron considerados en el pasado obras originales de Bernini?
PFEIFFER: Son reelaboraciones. El de Sées es superior al de Norfolk. Pero el que está en Roma es incomparable por técnica y belleza. La estatua americana podría ser incluso falsa: demasiado cercana al gusto del siglo XX. Se ve en los pliegues del manto que cubre los hombros del Salvador: más que pliegues parecen agujeros.
El profesor Lavin considera que para realizar el Salvator mundi el gran artista se inspiró en la imagen del Salvador que se halla en el ábside de la Basílica de San Juan de Letrán y en el icono del Rostro Santo conservado en el Sancta Sanctorum de la Escalera Santa, en Letrán. ¿Qué opina usted?
PFEIFFER: Es posible. El antiguo mosaico del ábside que representa al Salvador, realizado en tiempos de Constantino el Grande, duró hasta el pontificado de León XIII. A finales del siglo XIX fue derribado para dejar sitio a lo que vemos hoy. Por tanto, es probable que Gian Lorenzo Bernini se inspirase en esa obra.
Por lo que respecta al Rostro Santo del Sancta Sanctorum, lo que Bernini pudo ver era una imagen que quería imitar a algo mucho más antiguo que, sin embargo, ya no estaba allí. Este algo es el Rostro Santo que está hoy en Manoppello, que llegó a Roma desde Constantinopla hipotéticamente en torno al 705. Creo que la reliquia, a partir del pontificado de Gregorio II, permaneció escondida en el Sancta Sanctorum durante todo el tiempo de las luchas iconoclastas. Cuando los emperadores bizantinos fueron perdiendo poco a poco su poder e influjo sobre Italia, el Rostro Santo pudo ser transportado desde el Sancta Sanctorum a una capilla de la Basílica de San Pedro. En lugar del Rostro Santo, trasladado al Vaticano, se colocó en el Santa Sanctorum un icono del Salvador, que es el mismo que vemos hoy. Fue Inocencio III quien promovió el culto y la veneración del velo del Rostro Santo y fue en esa ocasión cuando por primera vez el velo fue llamado “Verónica”, es decir, verdadero icono de Cristo. El título Rostro Santo quedó para la imagen del Sancta Sanctorum.
Existen una serie de hechos históricos y datos iconográficos que a mi modo de ver explican cómo el velo santo llegó desde Roma a Manoppello, en Abruzzo. Pero esta es otra, larga, historia.


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