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HOMILÍAS
Sacado del n. 01/02 - 2012

«HAGO NUEVAS TODAS LAS COSAS»

«Jesús nos dará la fuerza. No vosotros, sino Él en vosotros»


Homilía de su eminencia el cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, durante la santa misa en la que administró el sacramento de la Confirmación

Roma, 18 de febrero de 2012, Basílica de San Lorenzo extramuros


por el cardenal Jorge Mario Bergoglio


El cardenal Jorge Mario Bergoglio durante la homilía en la Basílica de San Lorenzo extramuros [© Massimo Quattrucci]

El cardenal Jorge Mario Bergoglio durante la homilía en la Basílica de San Lorenzo extramuros [© Massimo Quattrucci]

 

Primera lectura (Is 43, 18-19.21-22.24b-25)

Del libro del profeta Isaías

Así habla el Señor: «No se acuerden de las cosas pasadas, no piensen en las cosas antiguas. Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando ¿no se dan cuenta? Sí, pondré un camino en el desierto y ríos en la estepa, para dar de beber a mi Pueblo elegido, el Pueblo que Yo me formé para que pregonara mi alabanza. Pero tú no me has invocado, Jacob, porque te cansaste de mí, Israel. ¡Me has abrumado, en cambio, con tus pecados, me has cansado con tus iniquidades! Pero soy Yo, sólo Yo, el que borro tus crímenes por consideración a mí, y ya no me acordaré de tus pecados».

 

Segunda Lectura (2Cor 1, 18-22)

De la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios

Hermanos: Les aseguro, por la fidelidad de Dios, que nuestro lenguaje con ustedes no es hoy «sí», y mañana «no». Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, el que nosotros hemos anunciado entre ustedes –tanto Silvano y Timoteo, como yo mismo– no fue «sí» y «no», sino solamente «sí». En efecto, todas las promesas de Dios encuentran su «sí» en Jesús, de manera que por él decimos «Amén» a Dios, para gloria suya. Y es Dios el que nos reconforta en Cristo, a nosotros y a ustedes; el que nos ha ungido, el que también nos ha marcado con su sello y ha puesto en nuestros corazones las primicias el Espíritu.

 

Del Evangelio según san Marcos (Mc 2, 1-12)

Jesús volvió a Cafarnaúm y se difundió la noticia de que estaba en la casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y Él les anunciaba la Palabra. Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a Él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: «¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?». Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: «¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o “Levántate, toma tu camilla y camina”? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados, dijo al paralítico: Yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». Él se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto nada igual».

 

 

 

 

 

En la oración al principio de la misa hemos hecho un llamamiento a Dios Padre: «Concédenos, Señor, ser dóciles a las inspiraciones de tu Espíritu». Necesitamos esta ayuda de Dios para comprender la voz del Espíritu, la novedad del Espíritu. El Espíritu siempre es nuevo, siempre viene para renovar. Es lo que hemos escuchado en la primera lectura, la profecía: «Hago nuevas todas las cosas». Dios hace así, el Espíritu hace así. Por tanto, pidamos la ayuda de Dios para que nos conceda ser dóciles a las inspiraciones del Espíritu, a la novedad.

Hacer todo nuevo. El Evangelio nos refiere la historia del paralítico que fue renovado con la fuerza del Espíritu y de Jesús. El Espíritu estaba en Jesús. Jesús es el que nos envía el Espíritu para renovar todo. Jesús es el único capaz de empezar todo de nuevo, de recomenzar la vida. Pensemos en la vida de este paralítico, la vida física, y también la vida interior, porque el Señor le sana antes el alma: «Tus pecados te son perdonados». Jesús tiene el poder, con la fuerza de su Espíritu, de renovar el corazón. Debemos confiar en esto. Si no confiamos en la fuerza de Jesucristo como la única salvación, el único que puede hacer algo nuevo, somos falsos cristianos. No somos cristianos veraces.

Jesús no te obliga a ser cristiano. Pero si tú dices que eres cristiano debes creer que Jesús tiene toda la fuerza –el único que tiene la fuerza– para renovar el mundo, para renovar tu vida, para renovar tu familia, para renovar la comunidad, para renovar a todos. Este es el mensaje que hoy debemos llevar con nosotros pidiéndole al Padre que nos conceda ser dóciles a las inspiraciones del Espíritu que hace esta obra: el Espíritu de Jesús.

Hoy, acogiendo la invitación de mi amigo don Giacomo, a quien tanto quiero, y todos nosotros debemos rezar por él, porque está un poquito malo… ¿Rezaremos todos por él? ¿Sí o no? No oigo nada… Si la oración es así, estamos listos… ¿Rezaremos todos por él? ¡Sí!

La invitación para hoy es confirmaros a los que venís a recibir la fuerza del Espíritu de Dios: ¡creed en la fuerza del Espíritu! Es el Espíritu de Jesús. Creed en Jesús que os envía este Espíritu –a vosotros y a todos nosotros: nos envía el Espíritu para renovar todo. No sois falsos cristianos, cristianos solo de palabra. Sois cristianos con la palabra, con el corazón, con las manos. Sentís como cristianos, habláis como cristianos y hacéis obras de cristianos. Pero vosotros solos no podéis hacerlo. Es Jesús quien os dará este Espíritu, os dará la fuerza de renovar todo: no vosotros, sino Él en vosotros.

Y con este pensamiento sobre Jesús que es la única salvación, el único que nos trae la gracia, que nos da la paz, la fraternidad, que os da la salvación, proseguimos la celebración de esta misa rezando el Credo, la profesión de nuestra fe.



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