Home > Archivo > 05 - 2012 > Una amistad que floreció bajo el signo de san Agustín
EN MEMORIA DE DON GIACOMO...
Sacado del n. 05 - 2012

Una amistad que floreció bajo el signo de san Agustín


Los congresos sobre la actualidad del santo de Hipona en la Universidad de Padua se convierten en ocasión de una amistad, profunda y duradera, entre un sacerdote, el desaparecido don Giacomo Tantardini, y un magistrado, Pietro Calogero, que entrega a 30Días su conmovido recuerdo


por Pietro Calogero


Don Giacomo Tantardini con Pietro Calogero

Don Giacomo Tantardini con Pietro Calogero

 

Don Giacomo me recibió con una tímida caricia de sus ojos y un leve e infantil rubor cuando el 1 de abril de 2003 le fui presentado en el aula magna de la Universidad de Padua, poco antes de comenzar la tercera lección del ciclo de Convenios dedicados a la actualidad de san Agustín.

El aula estaba repleta de jóvenes que esperan su palabra. Joven era también el rostro de don Giacomo, sobre el que formaban una mágica trama los colores acuarelados de la piel, la púrpura y el ámbar. Hacía tono con los colores incluso su voz, nobilísimo y refinado destilado de un inagotable manantial de ideas.

La lectura y el comentario de textos agustinianos sobre la gracia y la belleza de la fe cristiana se oyeron en el aula durante casi una hora. En mi imaginación la figura de don Giacomo creció hasta lo indecible y cuando al terminar la lección me pidió que preparara algo para la lección siguiente, aun siendo consciente de mis límites, no tuve el valor de negarme.

Así fue como el 20 de mayo de 2003, introduciendo en la misma aula la cuarta lección que iba a dar don Giacomo, traté el tema de la justicia terrenal en san Agustín e ilustré la actualidad de la misma especialmente en las relaciones con la política.

Antes de afrontar los temas que él había preparado para su lección, que trataba sobre otras temáticas muy distintas, don Giacomo quiso intervenir sobre la concepción agustiniana de la justicia.

Confieso que lo escuché con admirado estupor por su capacidad de alcanzar en un tiempo brevísimo una síntesis alta y completa de la temática que yo acababa de tratar.

Pensé que era señal de genuino talento especulativo y de profundo conocimiento del pensamiento del obispo de Hipona, que había madurado como colofón de un proceso de identificación con este último, y que yo ahora quiero recordar aquí a grandes rasgos.

«De lo que el procurador nos acaba de ilustrar», observó don Giacomo, «me han asombrado sobre todo tres cosas, que me parecen profundamente agustinianas y profundamente actuales. La primera es la alusión al hecho de que la justicia en sentido humano, cuya tarea es dar a cada cual lo suyo, es un bonum de la ciudad terrenal, es una cosa buena de aquella ciudad que Agustín describe como el realismo subrayado por el episodio del encuentro del emperador Alejandro Magno con el pirata» (comentando el cual él se pregunta: «Remota itaque iustitia quid sunt regna nisi magna latrocinia?», arrinconada, pues, la justicia, ¿en qué quedarían los reinos sino en grandes bandas de ladrones?).

«Lo segundo que me asombró especialmente», siguió diciendo don Giacomo, «es que esta justicia tiene como raíz la naturaleza humana, la persona humana. Agustín sabe muy bien que el pecado original hiere la naturaleza humana como tal. Y sin embargo él defiende la naturaleza humana afirmando que ningún pecado puede destruir extrema vestigia naturae, el último umbral de la naturaleza humana que fue creada buena y en la que habitat veritas, no en el sentido de que crea la verdad sino en el sentido de que en la naturaleza humana existe la posibilidad de reconocer la verdad, existe la posibilidad de reconocer la belleza, existe la posibilidad de reconocer el bien. Una naturaleza humana herida en la que permanece la apertura a la belleza, a la verdad, a la bondad, a la justicia. Una naturaleza humana herida, y sin embargo, capax Dei».

El bautismo de san Agustín en un fresco del siglo XIV conservado en la iglesia de los Ermitaños de Padua

El bautismo de san Agustín en un fresco del siglo XIV conservado en la iglesia de los Ermitaños de Padua

«Lo último por lo que estoy verdaderamente agradecido al procurador», terminó diciendo don Giacomo, «son las alusiones finales a la historicidad de la justicia humana y a su relatividad. Creo que esto es lo que Agustín pone más en evidencia, de manera original, con respecto incluso a otros puntos presentes en la filosofía cristiana: la historicidad y la relatividad de la justicia de la ciudad terrenal con respecto a la justicia que es don gratuito de Dios. Pero esta historicidad y esta relatividad son posibilidades de fecundidad, son posibilidades de valorizar todos los modelos históricos sin imponer nada a los demás, son facilidades de diálogo. Precisamente por esa historicidad el De civitate Dei es de una inmediatez y de una evidencia continuas. Agustín describe con realismo las cosas tal como son. Este realismo permite no imponer nada y valorar todas las posibilidades positivas. Esta alusión es lo que más me asombró de las cosas que escuché, junto a las amplias citas de Cicerón en su diálogo sobre la res publica.

Muy interesante y actual es que en la concepción del hombre, en la concepción de los bona naturae, de los bienes de la naturaleza, Agustín no valoriza la tradición neoplatónica, sino que valoriza la tradición romana de Varrón y Cicerón. También a nivel cultural me parece realmente una de las cosas más importantes y actuales. Agustín, que normalmente es considerado un cristiano platónico, en la concepción de la naturaleza humana y de los bienes esenciales de la naturaleza humana valoriza la tradición romana relativista (digo relativista en el sentido en que hablaba el procurador Calogero de historicidad y de relatividad) y no la tradición del neoplatonismo».

Para terminar: un gran maestro, don Giacomo, que supo despertar en mí con la fuerza encantadora de su cultura y con su arrollador arte de la comunicación la antigua pasión por las ideas, las experiencias de la vida, el altísimo sentido de lo humano y de lo justo de Agustín, figura fundamental del cristianismo militante de los primeros siglos.

Y al mismo tiempo un amigo: un amigo muy sensible, perennemente joven, humilde, esquivo, transparente como la más transparente de las porcelanas que hayan salido jamás de las manos del hombre.

Maestro y amigo con el que me relacioné tiernamente hasta pocas semanas antes del gran vacío que nos ha dejado su muerte inesperada y al que ahora, con la mirada dirigida hacia el cielo, añoro.

 

Venecia, 31 de mayo de 2012

 

 

 

 

 

Pietro Calogero, cuando era joven fiscal auxiliar de Treviso, investigó la matanza de la plaza Fontana, descubriendo la llamada “pista negra” y sacando a la luz las maniobras y encubrimientos de los servicios secretos italianos, delineando el proyecto subversivo conocido comúnmente como “estrategia de la tensión”. En Padua, durante los años setenta, dirigió la investigación que llevó a la detención de los jefes de Autonomia Operaia (Negri, Scalzone, Piperno), poniendo al descubierto los vínculos entre esta organización y las Brigadas Rojas. Actualmente es fiscal general en el Tribunal de Apelación de Venecia.



Italiano English Français Deutsch Português